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Yvonne do Amaral Pereira

Yvonne do Amaral nació unos años antes que Chico Xavier, el 24 de diciembre de 1904, en una localidad del sur del estado de Río de Janeiro, en el seno de un hogar pobre y modesto.

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Una de las curiosidades de la vida de Yvonne es que recordaba con extraordinaria claridad y nostalgia su anterior encarnación, en España, en la que era conocida como Leila Vilares de Guzmán, y cuya vida acabó voluntariamente en las aguas del río Tajo.

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Además, uno de sus espíritus amigos más cercanos, Roberto de Canalejas, había sido español en su vida anterior. Yvonne consideraba

a sus familiares, especialmente a su padre y hermanos, como extraños. La casa y la ciudad donde vivía le eran eran totalmente extrañas. Para ella, su verdadero padre era el espíritu Charles y su casa la de España, nos cuenta Lola García, biógrafa de Yvonne en bibliotecaespirita.org.

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Su mediumnidad, nos cuenta Lola, fue muy diversa. Fue médium psicógrafa y recetista (homeopatía) asistida por entidades de gran elevación, como Bezerra de Menezes, Charles, Roberto de Canalejas o Bittencourt Sampaio. Practicó la mediumnidad de incorporación y la pasista. También era médium de efectos físicos, llegando a realizar algunas sesiones de materialización, pero nunca sintió atracción por esta modalidad mediúmnica.

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Los trabajos, en el campo de la mediumnidad, que más le gustaba hacer eran los de desdoblamiento, incorporación y recetario. Es a través del desdoblamiento nocturno que Yvonne Pereira navegaba a través del mundo espiritual, amparada por sus orientadores, colectando las crónicas, cuentos y romances con los que hoy nos deleitamos.

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Una de las obras más reconocidas de Yvonne es Memorias de un Suicida, en la que narra, a través del testimonio del verdadero autor, Camilo Castelo Branco, las peripecias que este espíritu, literato portugués del siglo XIX, experimenta después de quitarse la vida física, desesperado por la ceguera y la depresión. Sintiendo los dolores del proyectil que le alcanzó el oído derecho y el cerebro, se despierta en medio de los olores fétidos de la descomposición de su propio cuerpo.

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Ciertas voces tumultuosas lo atraen, hasta que es llevado a un local inhóspito, lúgubre y sombrío, denominado ”el valle de los suicidas”, en triste alusión a la condición de todos los allí presentes.

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Después de más de diez años de incesante sufrimiento, agravado por el hecho de la creencia de que aquella situación fuese fruto de un castigo y que aquello se trataba del infierno y como tal, sería eterno, Camilo, exhausto y sin fuerzas, en estado mental lamentable, es socorrido por los siervos de María y llevado al Hospital María de Nazaret, ubicado en las zonas umbralinas de esa región espiritual.

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