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Identidad de los Espíritus

Actualizado: 25 jul 2021


¿Cuán importante es saber la identidad del Espíritu del que recibimos una comunicación?

La identidad de los Espíritus que se comunican es secundaria, “carece de real importancia”, afirma Kardec. Sin embargo, es cierto que no está exenta de polémicas y discusiones, sobre todo, cuando aparecen nombres conocidos e importantes firmando las comunicaciones. Hoy en día, si cabe, hemos de tener mayor cuidado que incluso en la época de Kardec, puesto que por Internet tenemos fácilmente acceso a todo tipo de declaraciones.

El problema es que los Espíritus no van mostrando su DNI, nos explica Kardec, medio en broma. Es decir, es muy difícil comprobar si es verídico el nombre que se dan. Naturalmente, un indicador importante será el tenor del mensaje, el contenido.


¿Qué sucede cuando un Espíritu transmite un mensaje elocuente y digno de su autor, pero no es ciertamente quien dice ser? ¿Incurre en un fraude que no debe ser tolerado?

Kardec, con el conocimiento que le transmiten los Espíritus, argumenta su respuesta de la siguiente manera:


“A medida que los Espíritus se purifican y se elevan en la jerarquía espírita, las características distintivas de su personalidad se borran, en cierto modo, en la uniformidad de la perfección. Con todo, no por eso dejan de conservar su individualidad”.


Por lo tanto, el nombre que utilizan lo hacen para ofrecernos una referencia de qué tipo de Espíritu procede el mensaje, sin que necesariamente sea él o ella en realidad. Puede ser él, otro de igual categoría y afinidad, o bien un mensajero.


Diferente es la situación en la que un Espíritu de orden inferior adquiere un nombre respetable para que demos crédito a sus palabras. Esto sucede con frecuencia, y de ello debemos estar prevenidos, tanto en lo que leemos, como en lo que vemos en Internet.


“Este caso es tan frecuente que, con el fin de prevenir esa clase de sustituciones, toda precaución que se tome nunca será exagerada.”


Y, ¿cómo debemos proceder antes las comunicaciones más íntimas y personales? “Ahí -señala Kardec-, es lógico que, en esas circunstancias, procuremos cerciorarnos de que el Espíritu que atiende nuestro llamado es realmente aquel que deseamos.”

Nos comenta Carlos Campetti:




En cuanto a Espíritus contemporáneos, es decir, conocidos en la presente encarnación, Kardec nos sugiere que seamos corteses y no queramos preguntar por su nombre u otras señas de identidad, más de las que él nos quiera ofrecer. Habitualmente, él o ella ya se encargarán de darnos suficientes detalles, a veces expresos, a veces en forma de sutiles sensaciones que notaremos en el cuerpo, añadimos nosotros.


Curiosamente, Kardec menciona una fórmula eficaz para desenmascarar a cualquier impostor, el “pedirle en nombre de Dios todopoderoso” que afirme ser tal o cual persona, como pretende ser. Cuando se le hace esta pregunta y teme quedar retratado, el Espíritu o bien rasga el papel, encolerizado, o bien da rodeos para escapar de la trampa,

También los habrá que nos les importe mentir descaradamente:


“Uno de esos Espíritus se comunicó con un médium diciendo que era Dios, y el médium, muy honrado con tan alta distinción, no vaciló en creerle.”


Otra prueba que puede demonstrar su identidad es la firma o el tipo de escritura, aunque en el mundo de los Espíritus también hay falsificadores de firmas. Tenemos el ejemplo de los pintores que pintan a través del médium Florencio Antón:




Distinción entre buenos y malos

Si bien la identidad absoluta de los Espíritus es, en muchos casos, un problema secundario y sin importancia, no sucede lo mismo con la distinción que se debe hacer entre los Espíritus buenos y los malos.

Los Espíritus auténticamente superiores no sólo dicen nada más que cosas buenas, sino que también lo hacen en términos que excluyen de un modo absoluto las trivialidades. Todo lo dicen con sencillez y modestia. Jamás se vanaglorian, ni se jactan de su saber ni de la posición que ocupan en relación con los demás. Sólo dicen lo que saben. Se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que no saben.

Por otro lado, si un Espíritu quiere engañarnos acerca de su pretendida superioridad, bastará con que conversemos durante algún tiempo con él para juzgarlo.

La inteligencia o la elocuencia, están lejos de constituir un signo seguro de superioridad, porque la inteligencia y la moral no siempre van juntas. Un Espíritu puede ser bueno, afable, pero tener conocimientos limitados, mientras que otro, inteligente e instruido, puede ser muy inferior en moralidad.

El único medio de lograr saber si un Espíritu es bueno o malo es someter todas las comunicaciones a un escrutinio escrupuloso: ninguna mala comunicación resiste a la crítica rigurosa. Los Espíritus buenos nunca se ofenden por eso, y ellos mismos nos aconsejan este procedimiento, pues no tienen motivo alguno para temer al examen. Solamente los malos se disgustan y tratan de eludir la crítica, porque tienen mucho que perder. De ese modo demuestran lo que son.

El Espíritu de San Luis añade:


“Evaluar, analizar y someter al control de la razón más rigurosa todas las comunicaciones que recibís, así como no dejar de pedir las explicaciones necesarias para que podáis formaros una opinión, cada vez que un punto os parezca sospechoso, dudoso u oscuro.”


Un último apunte para reflexionar hoy, sobre el que tener mucha atención: afirma San Luis:

“Los Espíritus frívolos se reconocen también por la facilidad con que predicen el futuro, así como por la precisión con que aluden a hechos materiales que no nos es dado conocer. Los Espíritus buenos pueden hacernos presentir las cosas futuras, cuando ese conocimiento resulte útil, pero nunca dan precisión de fechas. Todo anuncio de un acontecimiento para una época determinada es un indicio de mistificación.”


Veamos cómo lo explica Divaldo Franco:



(continuará...)

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