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Acerca de la necesidad de guías y orientadores





Quien desea profundizar en cualquier área del saber lo puede hacer de muchas maneras, y muchas variables intervienen. Seguir a una persona o no, y de qué forma, es una de ellas.

Es natural pensar que para aprender matemáticas necesitamos un profesor, o para aprender historia o psicología. Lo mismo con relación a la vida espiritual.

Quien desea hacer un viaje, por ejemplo, de Minas Gerais a Salvador de Bahía. ¿Qué necesitará? Un mapa, un vehículo y un piloto. ¿Nos aventuraríamos solos? Podremos alcanzar Bahía, claro que sí, pero… probablemente tardemos muchísimo más y tengas muchísimos más percances durante la travesía.

En el camino espiritual (insisto, como en cualquier otro), por mi experiencia y lo que he aprendido con el Espiritismo (y en otras escuelas religiosas), son recomendables tres cosas (aunque no diría necesarias):

1. Cuerpo doctrinario (método)

2. Comunidad (grupo)

3. Guías (líderes)


Los guías espirituales son seres que ya han trillado el camino que procuramos recorrer nosotros, están unos pasos o muchos pasos más adelante, y gracias a ello nos pueden aconsejar con su sabiduría y experiencia, nos pueden allanar el camino, corregir eficazmente nuestros errores, advertirnos sobre los obstáculos, nos pueden inspirar y insuflar energía y motivación para seguir adelante.

Y lo vemos desde tiempos inmemoriales, en todas las tradiciones culturales y filosóficas, desde el David bíblico hasta Kardec, pasando por Moisés, Elías, Juan en Bautista y, por supuesto, Jesús, el mayor modelo en el que podemos fijarnos, aunque no el único.

Para Geeak, por ejemplo, y para mi en particular, Divaldo Franco cumple con todos los requisitos para ser un guía espiritual de absoluta confianza: él nos inspira y nos aconseja, desde su experiencia explícitamente documentada.

Así que, sí, lo veo como -más que una necesidad-, una tendencia natural del ser humano, sumergido en cadenas generacionales sobre las que, de manera inevitable, vamos construyendo nuestro desarrollo.

Evidentemente, hay que seguir al líder de una manera apropiada, sin fanatismo, con amor y racionalidad al mismo tiempo, y el líder, a su vez, tiene que cumplir a su vez con ciertos criterios. El Evangelio según el Espiritismo nos da algunas pistas (en "Caracteres del verdadero profeta, ítem 9 del capítulo XXI):


“(...) Son siempre espíritus muy adelantados,

que han hecho ya sus pruebas en otras existencias”


“El verdadero misionero de Dios debe justificar su misión por su superioridad, por sus virtudes, por su grandeza, por el resultado y la influencia moralizadora de sus obras.

Los verdaderos profetas se revelan por sus actos; por ellos se les conoce, mientras que los falsos profetas se llaman a sí mismos enviados de Dios.

El primero es humilde y modesto; el segundo es orgulloso y lleno de sí mismo, habla con altanería, y como todos los mentirosos, siempre teme no ser creído”.



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