El mundo de la pareja es muy complejo, y como cualquier otro departamento de nuestra vida, requiere estudio constante, autoanálisis crítico y sincero y acciones de cuidado permanentes.
Dice Joana de Ángelis en El hombre integral:
“El amor es una conquista del espíritu maduro, psicológicamente equilibrado”
Como “conquista” aprender a amar, requiere inevitablemente mucho estudio y trabajo, una batalla consciente que tendrá sus avances y sus retrocesos, sus victorias y sus derrotas en el camino del progreso. La pareja que se instala en la tibieza, en la complacencia, que lo da todo por sentado, está sembrando, sin percatarse, graves decepciones.
Por otro lado, espíritu “maduro” significa haber alcanzado cierto grado de comprensión de la realidad humana y sentimental; aceptación de la realidad propia y de la del otro, de acuerdo a parámetros racionales, sin falsas exigencias o expectativas; significa ganar en tolerancia y mansedumbre.
Madurez también significa un ejercicio de autoresponsabilidad sobre las acciones propias y sobre los estados emocionales, al margen de las circunstancias, por muy adversas que sean.
En tercer lugar, el “equilibrio psicológico” sólo se puede alcanzar tras un trabajo muy profundo de autoanálisis y reforma íntima, y qué mejor manera que a través de la espiritualidad y del Espiritismo en particular.
Parece abrumador este proceso de conquista, pero de manera ordenada se pueden ir dando pequeños y necesarios pasos hacia adelante. Lo que importa es estar en el camino, independientemente de cuán pronto lleguemos a la meta.
Añade la mentora un poco más adelante:
“El hombre debe comprometerse con el autodescubrimiento para ser feliz, e identificar sus defectos y sus buenas cualidades sin castigarse a sí mismo, sin auto juzgamiento, sin auto condena. Su meta debe ser pescarlos en su mundo interior y eliminar a aquellos que son motivo de conflictos. [La meta no debe ser] sentirse feliz o desventurado, sino empeñarse en atenuar las manifestaciones primitivas de la agresividad y de la posesión, y desarrollar valores que le proporcionen armonía”.
Joana nos dice a continuación:
“Es necesaria una nueva conducta y, para esto, la Psicología profunda se transforma en el estudio de un nuevo lenguaje libertador”.
De nuevo, nuestra mentora traza un puente de unión entre el Espiritismo y la Psicología, esa ciencia que se encarga de optimizar la comprensión y el manejo de la mente y de la conducta.
Los lenguajes del amor
De una forma maravillosamente bella nos transmite:
“La palabra es un símbolo que recubre la idea; a su vez, ésta es la formulación del pensamiento”.
Y de la palabra (de la comunicación en general) hablaremos hoy, en el contexto de la pareja y de la familia, aunque lo que veremos es aplicable en cualquier otro contexto.
Sigue Joana:
“Se puede decir que, en el amor (tal y como muchos lo practicamos todavía), cuando alguien se identifica con la persona a quien supone amar, está solamente realizando un acto de prolongamiento de sí mismo, por lo tanto, amándose, y no a la otra persona”.
¿Qué os sugiere esta reflexión de Joana?
Para mí, Joana quiere decir que amamos no a la otra persona en realidad, tal y como ella es, sino a una representación mental de nuestros propios deseos, a una imagen inconsciente ideal de que lo que creemos necesitar para satisfacer determinadas carencias afectivas. El otro se torna un instrumento para nuestros propósitos egoístas.
Por eso nos enfadamos cuando el otro no nos da lo que pensamos que debería darnos, no nos dice lo que pensamos que debería decirnos, o cuando no nos trata como pensamos que debería tratarnos, poniendo de manifiesto nuestra inmadurez emocional.
Los lenguajes del amor reflejan perfectamente este mecanismo. Veamos de qué se trata:
El Dr. estadounidense Gary Chapman elaboró esta teoría en el año de 1992, cuando publicó el libro Los 5 lenguajes del amor.
Chapman nació en 1938, y cuenta en la actualidad con 84 años. Estudió teología, letras y antropología, es máster en educación religiosa y doctor en educación para adultos.
En 1971 se convirtió en pastor de una iglesia baptista de Carolina del Norte, tarea que compaginaba con las clases que impartía en la universidad. Es además consejero matrimonial, conferenciante y escritor. La obra de la que hablaremos hoy está traducida a cincuenta idiomas y ha vendido más de once millones de copias.
Chapman describe cinco maneras en las que las personas expresamos y recibimos amor:
1. A través del contacto físico (caricias, abrazos, besos, una palmada en la espalda, una mirada podría serlo también) 2. Haciendo regalos (o dinero, por ejemplo) 3. Con actos de servicio (haciendo algo por nuestro ser amado) 4. A través de palabras (elogios, refuerzos, felicitaciones, piropos, validación, palabras de aliento, de afecto, mensajes escritos especiales, inesperados, etc.) 5. A través del tiempo de calidad (prestar atención al otro, sin distracciones, sin la televisión o el teléfono móvil en medio, escuchando sin prisas, de verdad o compartiendo una actividad significativa para los dos, centrados en ello, sin ningún otro objetivo en particular salvo compartir tiempo de calidad)
Como nos explica Elsa Punset, en Una brújula para navegantes emocionales, cada persona tiene uno o dos lenguajes específicos con los que se siente especialmente cómoda para percibir y manifestar amor. Puede tener mucho de contacto físico y un poco de palabras; o mucho de actos de servicio y un poco de tiempo de calidad.
Puede ser también que haya personas que no han desarrollado ninguno, y otras que dominen todos. Cuantos más idiomas sepamos, mejor, más oportunidades tendremos de llegar al corazón de más personas.
¿Con qué lenguaje os sentís más identificados?
Si nuestra pareja (familiar o amigo) nos habla en nuestro lenguaje de amor favorito, nos sentiremos seguramente muy amados. Si da la casualidad que uso el mismo lenguaje que mi pareja, será fácil hacerla sentir amada. Por ejemplo, si ambos somos de abrazos y de caricias, ya será un punto a favor.
Pero si no es así, como suele pasar muy habitualmente, si el otro nos habla en su idioma particular y resulta que es diferente al nuestro, el mensaje no llegará del todo (si no tenemos esta clave), y por mucho que el otro lo intente podremos no sentirnos correspondidos.
¿Os ha pasado alguna vez?
Las consultas de los psicólogos estás llenas de parejas que dicen quererse pero que no son capaces de transmitir amor al otro (en su lenguaje). ¡Bien por nosotros (psicólogos)! ¡Cómo nos ganaríamos la vida si todo el mundo supiera estas cosas!
Un ejemplo que coloca Elsa es el libro que hemos comentado es el siguiente: Pedro, esposo de Inés, expresa su amor con actos de servicio. Por ejemplo, llevándola al trabajo en coche todos los días; también llevaba a su hijo a las actividades extraescolares y lo traía de vuelta; aportaba económicamente a la familia a través de su trabajo, etc. Y Pedro, en este esquema emocional y comunicativo, esperaba que Inés hiciera lo mismo, y reclamaba a su esposa que ella estuviera pendiente de sus necesidades prácticas, como cocinar, el sexo o llevar las camisas al tinte, porque esa era la manera en la que Pedro entendía el amor.
Pero a Inés, esa forma de expresar amor le resultaba muy extraña, incluso le desagradaba. Le decía: “¡Lleva tú tus camisas al tinte! Además, no me gusta cocinar, así que no lo esperes la cena hecha esta noche”.
Cuando Inés se quejaba en la consulta de que Pedro no la amaba,
¿qué creéis que decía Pedro?
“¡Pero si hago todo lo que me pide! La llevo en coche a trabajar todas las mañanas, saco la basura por las noches, le ayudo con su trabajo, llevo a nuestro hijo al parque…”.
Nos dice Elsa: “los actos de servicio de Pedro eran numerosos en verdad, muchos más que los de Inés. Sin embargo, Inés deseaba que Pedro hubiese sido capaz de expresar su amor buscando tiempo para un fin de semana romántico -es decir, “tiempo de calidad” o para decirle algo cariñoso al final del día –“palabras bonitas”. Y aunque ella se lo pedía explícitamente, Pedro no captaba el mensaje. Es más, cuanto más se quejaba ella, Pedro más se esforzaba por tirar la basura, arreglar cosas de la casa y más y más actos de servicio”.
¿Cuál era el problema aquí?
En definitiva, las personas con las que convivimos a diario se sentirán mucho más amadas si identificamos y aprendemos a comunicarnos en su lenguaje favorito, y se sentirán muy desdichadas si las castigamos precisamente como más les duele, en su lenguaje. Por ejemplo, una persona que expresa compartiendo tiempo de calidad se sentirá muy desdichada si su pareja no le dedica ese tiempo, o se distrae con el teléfono móvil cuando están juntos.
Un ejemplo más claro aún: una persona que expresa su afectividad a través del contacto físico interpretará cualquier alejamiento físico o las respuestas físicas tibias, como una falta de amor, cuando puede tratarse simplemente de que el otro no conoce ese lenguaje.
A modo de conclusión, esta vez te propondré el siguiente ejercicio:
Pregunta a la persona con quien compartes tu vida más cercanamente (tu pareja, un familiar o un amigo o compañero de confianza) cuál es su lenguaje del amor, es decir, a través de qué actos (de acuerdo con los cinco lenguajes propuestos por el Dr. Chapman) se siente valorada y querida.
Reflexiona a continuación sobre cómo te comunicas con ella, y si coincide con lo que él o ella te ha dicho. Coincida o no, reflexiona en cómo puedes mejorar tu comunicación con esta persona en particular para que se sienta más valorada y querida por ti, de acuerdo en su lenguaje del amor favorito.
Para finalizar, os dejaré un pequeño capítulo del libro Señal Verde, de Emmanuel / Chico Xavier:
Ante el sexo (capítulo 45)
Nunca deshonre el sexo, porque el sexo es manantial de creación divina que no puede responder por los abusos de aquellos que lo deslucen.
Psicológicamente, cada persona mantiene, en materia de sexo, problemática diferente. En cualquier área del sexo reflexione antes de comprometerse, toda vez que la palabra empeñada genera vínculo en el espíritu.
No intente igualar las necesidades afectivas de los otros con sus necesidades afectivas, porque, aunque el amor sea luz uniforme y sublime en todos, el entendimiento y posición del amor se gradúan de mil modos en la senda de la evolución.
Use la conciencia siempre que se decida al empleo de sus facultades genésicas, inmunizándose contra los males de la culpa.
En toda comunicación afectiva recuerde la regla áurea: “no haga a otro lo que no desea que otro le haga”.
El trabajo digno que le asegure la propia subsistencia es sólida garantía contra la prostitución.
No arme trampas para nadie, principalmente en los caminos del afecto, porque usted se precipitará dentro de ellas.
No quiera su felicidad al precio de la infelicidad ajena, porque todo desnivel de la afección desvariada será corregido a expensas de la afección torturada, a través de la reencarnación.
Si alguien erró en la experiencia sexual, consulte su propio íntimo y verifique si usted no hubiera incurrido en el mismo error si tuviera oportunidad.
No juzgue los supuestos desajustes o los fallos reconocidos del sexo y sí, respete las manifestaciones sexuales del prójimo, tanto cuanto usted pide respeto para aquéllas que le caracterizan la existencia, considerando que la comunicación sexual es siempre asunto íntimo entre dos personas y, viendo dos personas unidas, usted nunca puede afirmar con certeza lo que hacen; y, si la denuncia en cuanto a la vida sexual de uno es formulada por partícipe o copartícipe de ese alguien, es posible que el denunciante sea más culpable en cuanto a los errores habidos una vez que, para saber tanto a respecto de la persona apuntada al escarnio público, tendrá que haber compartido con ella las mismas experiencias.
En todos los desafíos y problemas del sexo cultive la misericordia hacia los otros, recordando que, en los dominios del apoyo por la comprensión, si hoy es su día de dar es posible que mañana sea su día de recibir.
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